domingo, 22 de noviembre de 2009

La burbuja.

Una burbuja flotaba en los cielos de La Ciudad.

Dentro de la burbuja se encontraba un hombre.

Si bien todos en la ciudad sabían del hombre de la burbuja, el hombre no tenia conocimiento del mundo exterior, ya que la burbuja se encontraba echa de un material sumamente llamativo; algún mágico cristal, que por fuera dejaba pasar la luz y las miradas de todos los habitantes de la ciudad. Pero por dentro, el cristal lucia como un espejo, el hombre solo podía contemplarse a si mismo.

El hombre tampoco podía escuchar ningún sonido de lo que sucedía afuera, ya que la burbuja estaba herméticamente sellada. Sin embargo, algunos de los gritos del afuera retumbaban de vez en cuanto en su burbuja. Pero por muy fuertes y expresivos que fueran, las vibraciones de la burbuja eran incomprensibles para el hombre.

El hombre comía sus propias miradas, y cagaba lágrimas.

Por lo que, con el tiempo, la burbuja se fue inundando de estas. Cada vez mas y mas, hasta que el hombre murió ahogado en sus propias heces.

Entonces fue cuando sus ojos, dejaron de contemplarse a si mismos.

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